La biodiversidad como palanca de los proyectos
Mipim 2025, como muchos otros grandes eventos inmobiliarios, confirmó una tendencia importante: la ASG se está convirtiendo en parte integrante del discurso estratégico, y ahora se pide a los inversores que piensen a largo plazo. Pensar en 2035, imaginar carteras sostenibles, integrar las expectativas de la sociedad. Pero detrás de toda esta ambición, queda una pregunta: ¿cómo podemos garantizar que estas visiones sean algo más que simples promesas? ¿Cómo podemos garantizar que la estrategia no se quede en un ejercicio declarativo, sin herramientas para objetivar los impactos? En IRICE, tenemos una convicción simple: la credibilidad de un enfoque ESG no depende de la comunicación, sino de la medición. De la capacidad de certificar, estructurar y demostrar. En este artículo, exploramos qué distingue una ambición sincera de una promesa sin pruebas. Y por qué, ante los retos ecológicos, la certificación independiente se ha convertido en un requisito estratégico.
Anticipación, ESG, visión 2035: cuando las promesas ya no bastan
Mipim 2025, como muchos otros grandes eventos inmobiliarios, confirmó una tendencia importante: la ASG se está convirtiendo en parte integrante del discurso estratégico, y ahora se pide a los inversores que piensen a largo plazo. Pensar en 2035, imaginar carteras sostenibles, integrar las expectativas de la sociedad.
Pero detrás de esta ambición persiste una pregunta: ¿cómo garantizar que estas visiones sean algo más que promesas? ¿Cómo podemos garantizar que la estrategia no se quede en un ejercicio declarativo, sin herramientas para objetivar su impacto?
ESG: ¿Intenciones sin pruebas?
El lenguaje ESG se ha impuesto. Ha dado lugar a una proliferación de compromisos, declaraciones de intenciones y estrategias climáticas. Sin embargo, en la realidad operativa de los proyectos persiste una constatación: sin un marco común de medición, no hay comparabilidad ni trazabilidad fiable de las acciones.
Esta limitación es especialmente aguda en el caso de la biodiversidad, que a menudo se reduce a consideraciones estéticas o a unas pocas plantaciones simbólicas. Sin embargo, la resistencia ecológica y la capacidad de un lugar para fomentar la biodiversidad no pueden decretarse. Se miden.
Medir, certificar, prescribir: tres requisitos para pasar de la estrategia a la acción
En el IRICE hemos optado por una respuesta clara a este callejón sin salida:
- Effinature, certificación medioambiental dedicada a la biodiversidad, proporciona un punto de referencia prescriptivo, estructurante e independiente.
- La Puntuación de Desempeño en Biodiversidad (BPS) traduce la contribución real de un proyecto a la biodiversidad en indicadores objetivos, medibles y comparables.
Estas herramientas no se limitan a exponer los hechos. Exigen. Proporcionan a los propietarios de proyectos, inversores y autoridades locales una comprensión compartida de sus compromisos.
La independencia como condición de credibilidad
La certificación significa actuar como tercero de confianza. No se trata de prestar apoyo o asesoramiento: se trata de estructurar, verificar y garantizar la trazabilidad. También significa alejarse de la lógica de la autodeclaración, las auditorías internas sin contradicción y los compromisos que no pueden verificarse.
En un contexto de crecientes expectativas normativas y sociales, es este requisito el que marcará la diferencia entre los proyectos realmente ambiciosos y los planteamientos oportunistas.
Conclusión: visión y prueba, los dos pilares de la credibilidad ASG
Pensar en 2035 es una necesidad estratégica. Pero es en la capacidad de demostrar la realidad de nuestros compromisos donde se construye la confianza duradera.
IRICE: certificación de proyectos y estructuración de transiciones.